De cunclillas, presto, escurriendo algo que no es sudor, todo lo escucho claro y conviviendo. Más claro que la voz que de no sé dónde y menos cuándo me dicta estas líneas que no son las que quiero leer. Y en el sonido, la curvatura se prolonga, se embala y se nos hace eterna.
Le miro; de abajo hacia arriba. Como se mirará, de aquí a que se termine la humanidad a quien tenga sobre el torso una guitarra. Viene el relativo silencio. Y yo sonriendo, por que tengo miedo le pregunto: "¿Qué?".
Él, con una sonrisa que existe sólo cuando sabes hacia dónde estas yendo, me contesta:
-Nada, así va.
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