martes, 9 de junio de 2009

Suerte. Mucha.

No sé porque ni cómo es que estaba leyendo ese poema de Apollinaire, que habla del Pont Mirabeau, si me caga Apollinaire. Me fastidia su ingenio. En el Google busqué cual era la plusvalía (a falta de mejor palabra, aunque sea eso lo que tiene el puente) de Le Pont Mirabeau, y es ésta.
Siempre termino leyendo a gente desgraciada. Ahora leo las obras completas de Paul Celan, una edición que contiene una concisa y muy útil mini biografía suya.
Este estába más que desgraciado, y todo por haber sobrevivido.
Un verso suyo -no sé cómo sea el verso en alemán; pero esa cesura tan natural después de la palabra muertos, es tan, tan grande, que efectivamente, uno se siente así... muerto-:

Estábamos muertos y podíamos respirar.

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