miércoles, 11 de junio de 2008

Fragmento.

Los sueños son tan extraños por únicos, pero también por lo aparentemente inconexos en la narrativa de la realidad. De los míos hablo; los míos son tan particulares, que parecen robados de la realidad. Hoy desperté de un sueño en el que me encontraba  en medio de una discusión, en medio de gritos y forcejeo en lo que parecía ser una calle del Centro Histórico. Alguien tenía una pistola y varios tratábamos de sujetarlo y arrebatarle el arma; estábamos metiendo a una persona, que yo creía reconocer, al interior de una cajuela. Antes, durante el forcejeo, el arma se había accionado. 
Pasaron muchas más cosas en el sueño, algunas las recuerdo nítidamente; otras creo que las inventé.
Durante la tarde del mismo día tuve el mismo exacto sueño, recuerdo los mismos gritos,  las mismas discusiones, la misma calle del Centro Histórico, los mismos automóviles; todo, todo era exactamente lo mismo. La gente y  la ropa que traían, el porque había un determinante encono entre dos grupos de personas. Todo era igual, en este aparente nuevo sueño.
De este, lo que recuerdo es el sonido del arma y, después de abrir los ojos,  me iban cargando, me llevaban hacia la cajuela, me dejaban dentro y entonces no escuche más.
Al interior de la cajuela, me vino como golpe a la quijada: habíamos matado a alguien. Y me derrumbó entender, que el muerto, consciente y tranquilo, era yo.

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