La semana pasada estuvimos tomando jarra, tras jarra de cerveza hasta bien entrada la madrugada. Hubo además mujeres en nuestra mesa; como hacía tanto no me ocurría. Una, creo, era actriz, o aspiraba serlo; tenía sus ojos claritos. Otra, creo, estaba metida en la política y alguien, la llevó a su casa. Otra más era, como decíamos, una mujer autónoma. De esas que son sin ser en función de alguien más -menos aún de un hombre. Ese mismo día. más temprano, me dijeron que iban a seguir pagándome, un año más, para escribir un librito. Ese noche mi vida fue un capítulo de Entourage.
Hablamos de The Dark Knight Rises y The Avengers. Pero abundamos más en el avance de Man of Steel que, aunque la dirija Zach Snyder, es de Christopher Nolan. Yo decía, embrutecido por mi epifanía, que si el avance cuenta con dos voice overs distintos es porque Superman y Clark Kent, cada uno, tiene dos orígenes. Y en consecuencia, tendrá dos destinos. En uno habla su padre Jonathan Kent; en el otro, su padre Jor-El. El primero le habla al hombre: "... un día tendrás que tomar una decisión. Tendrás que decidir en qué clase de hombre te convertirás...". El segundo le habla a una suerte de dios en la Tierra, o, mejor dicho al hijo de un dios que llegó a la Tierra: "... te seguirán, darán tropiezos y caerán. Pero eventualmente, te acompañarán en el Sol. Eventualmente, los ayudarás a realizar maravillas...".
El mito de Superman y Clark Kent es el mismo del tan consabido y tan poético Jesús, con su padre abstracto y su padre concreto. Y nosotros, esa noche, sólo de imágenes cinematográficas hablábamos: men of stills.
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