Ahora que escucho el Sea Change, miré la portada. Y la cara de Beck tras manchas. No manchada; detrás de las manchas. Dice lo que se supo acerca del disco cuando salió; su sola cara en la portada lo expresa irrevocable. No hay más. No trata de nada más. Por eso va de todo el disco.
Es quizá Fresán -tan fresco hoy- el del tono y el de la voz: La memoria lo es todo. Y todo lo perdí.
Porque jamás olvido; y así, no necesito recordar.
Regresar a Pastores.
La ofrenda justa no es escuchar el Cambio de Mar. Es la muerte. La propia, de propia mano.
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