El jueves siguiente, Orlov se quejó ante sus amigos de aquella vida insoportable. Fumaba mucho y hablaba exasperado:
-Esto no es vida, es una verdadera inquisición. Lágrimas, alaridos, conversaciones de alto estilo, súplicas de perdón, y otra vez lágrimas, y otra vez alaridos... Y, en resumen, ya no tengo casa propia, y me martirizo y la martirizo. ¿Habrá que vivir así un mes o dos meses más? ¿Tendré que aguantarlo? Pero ¡si es imposible!
-Pues habla con ella -sugirió Pekarski.
-Se te volverá un año -dijo Yepez.
Fragmento de Relato de un desconocido de Anton Chéjov.
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