Debo hacer notar ahora, como síntoma igualmente notable, la
insensibilidad que casi siempre acompaña a la risa. Diríase que lo cómico se puede producir sólo cuando es recibido por una superficie espiritual pulida y tranquila. Su medio natural es la insensibilidad. El peor enemigo de la risa es la emoción. No quiero negar que nos podamos reír de una persona que, verbigracia, nos inspire piedad y aún afecto; pero será menester que en este caso olvidemos por unos instantes ese cariño y hagamos callar esa piedad. Es probable que en una sociedad de inteligencias puras no se lloraría, pero sí se reiría, mientras que entre almas en cuya persistente sensibilidad todo suceso produjera un eco sentimental, no se conocería ni entendería la risa. Intentad por un momento interesaros por todo lo que se dice y todo lo que se hace; obrad mentalmente con quienes practican la acción; sentid con los que sienten; dad, en fin, a vuestra simpatía, su más amplia efusión, y veréis, como por efecto de una varita mágica, que las cosas más fútiles se tornan graves, y que todo adquiere severos matices. Salid ahora de vuestra impresionabilidad, asistid a la vida cual espectador indiferente, y veréis que muchos dramas se truecan en comedia. Con sólo cerrar nuestros oídos a los acordes musicales en un salón de baile, nos parecerán ridículos los bailarines. ¿Cuántos acontecimientos humanos resistirían esta prueba? ¿Cuántas cosas no veríamos trocadas de graves en cómicas, si las aisláramos de la música del sentimiento con que las acompañamos? Para producir todo su efecto, lo cómico exige algo así como una momentánea anestesia del corazón, para dirigirse a la inteligencia pura.
Mas, es necesario que esta inteligencia esté en contacto con otras inteligencias.
... Estúpidos.
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