miércoles, 31 de agosto de 2011

Entrada sin portada

Sin querer apilé los pocos libros que poseo, detrás de las puertas del closet, en dúos formados por miembros de la misma editorial. No están por género, orden alfabético, color o recurrencia de lectura. Están Altazor y El spleen de París de Cátedra; Retrato de mi cuerpo y De cómo no fui el hombre de la década y otras decepciones de Tumbona; Pasmo y No arroje piedras a este letrero de Trilce; Papeles falsos y Morirse de memoria de Sexto piso; El arte de la fuga y Disertación sobre las telarañas de Era; Multicancha y Hatuchay de El billar de Lucrecia; Virginibus puerisque y otros ensayos y Del asesinato considerado como una de las bellas artes de Alianza. Hay más libros de las mismas editoriales y de otras más que no encontraron pareja. Los miro a veces con la ausencia del vacío en la boca del estómago que genera una buena cubierta: no importa la editorial, son portadas estandarizadas, prefabricadas; como hechas en plantillas ya dispuestas y ofertadas por las necesidades del mercado editorial. A diferencia de los textos que cubren, son aburridas. En cambio, la edición de Emecé de El Aleph...
Hace unos días Juan me mostraba un logo que había hecho de un águila. Era una de esas cosas a las que uno no puede quitarle los ojos de encima y le busca, para justificar esa contemplación beata como de enternecido enamorado, una utilidad: "¿en qué ocuparlo?" Mientras escribo, se me ocurre que podría ocuparse solamente en la pared de una galería o museo porque, su función única es la de ser visto, dada la plasticidad de la imagen. Ahora que si no, pensaba que si aquel libro de Ted Hughes The Crow, se hubiera titulado The Eagle, la imagen de Juan bien lo podría haber ilustrado. Imagino incluso la producción de un libro que se llamara Águila, sin importar el género, con tal de poner aquella imagen de portada. No creo que exista un caso de un libro motivado -o inspirado- por una cubierta: el mundillo de la literatura es muy pedante y pagado de sí mismo. Pero quizá tampoco sea el caso de un disco, por ejemplo, y en todo caso posiblemente sea debido a la natural disociación que resulta de la especialización de los oficios, lo que impide realizar una obra total (en el sentido de producto, no de valor artístico); y que de la misma forma cuarta también lo opuesto: posibles colaboraciones inesperadas e interesantes entre gente que domina artes diferentes. Como Peter Saville y New Order.
La primera portada es de Anagrama; la segunda de Penguin. Ojalá se hicieran más como la segunda: hay textos que lo merecen.




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