Hace unos días Juan me mostraba un logo que había hecho de un águila. Era una de esas cosas a las que uno no puede quitarle los ojos de encima y le busca, para justificar esa contemplación beata como de enternecido enamorado, una utilidad: "¿en qué ocuparlo?" Mientras escribo, se me ocurre que podría ocuparse solamente en la pared de una galería o museo porque, su función única es la de ser visto, dada la plasticidad de la imagen. Ahora que si no, pensaba que si aquel libro de Ted Hughes The Crow, se hubiera titulado The Eagle, la imagen de Juan bien lo podría haber ilustrado. Imagino incluso la producción de un libro que se llamara Águila, sin importar el género, con tal de poner aquella imagen de portada. No creo que exista un caso de un libro motivado -o inspirado- por una cubierta: el mundillo de la literatura es muy pedante y pagado de sí mismo. Pero quizá tampoco sea el caso de un disco, por ejemplo, y en todo caso posiblemente sea debido a la natural disociación que resulta de la especialización de los oficios, lo que impide realizar una obra total (en el sentido de producto, no de valor artístico); y que de la misma forma cuarta también lo opuesto: posibles colaboraciones inesperadas e interesantes entre gente que domina artes diferentes. Como Peter Saville y New Order.
La primera portada es de Anagrama; la segunda de Penguin. Ojalá se hicieran más como la segunda: hay textos que lo merecen.
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