viernes, 9 de septiembre de 2011

El imperante estado de las cosas

En algún lado leí que los mexicanos, y sobre todo esa raza que es cruza de dingo con xoloitzcuintle que son los chilangos, elegimos nuestras palabras en función de su voluptuosidad y no en base a la precisión. Lo anterior, no sólo ha servido para darle a nuestras letras mexicanas ese carácter barroco, amanerado y lleno de florituras -acaso también para enmascarar su profunda incapacidad para producir una literatura que no sean textos burocráticos hermosamente ajuareados-, sino también para vender cualquier cantidad de baratijas. Sean éstas inmateriales o plásticas.

En un anuncio de Movistar, un tipo con el corte de cabello más imaginativo, descabellado y en lo absoluto ridículo está al interior de lo que presumiblemente es un auditorio. Visible e impostergablemente aburrido, se dirige a la cámara y pregunta qué se preferiría: escuchar acerca de lo que habla el expositor o, ver lo que pasa en Twitter. Esto lo dice mientras nos ofrece, como a las bestias de carga una zanahoria, un teléfono celular -supongo- capaz de revelarnos aquello que sucede en Twitter. El retraso mental de quien ha realizado el comercial, de quién lo pensó, es destacable por dos cosas. La primera: Nada de malo hay en ver qué pasa en Twitter, lo que hay de ridículo e imbécil en el planteamiento del comercial es que el Vanilla Ice que aparece a cuadro para vender la mercancía ha entrado al auditorio a hacer otra cosa. Ingresó -o acompañó a alguien- a una exposición acerca de la polimerasa, para ver qué había en Twitter. Si, la inquietud de revisar los interesantísimos contenidos de Twitter es resultado del aburrimiento, se tiene la libertadora opción de salirse. La segunda -y que tiene que ver con el primer párrafo de la entrada-: En dicha red social no "pasa algo". Se da cuenta de lo que en otros lugares, físicos o mentales, ocurre. Lo que me lleva a sospechar que en eso justamente radica la condición chata de la red social: se reporta algo, y con eso basta y sobra para saber todo lo que se necesita de ello, no es imperativo viajar hasta el lugar (otra vez físico o mental) en donde sucedió lo que una cuenta de Twitter ha pregonado.

El mismo tipo, en otro anuncio donde está rodeado de mujeres en traje de baño -¿en verdad es verosímil, que un tipo con ese corte de cabello puede estar rodeado de ese tipo de mujeres?-, nos pregunta a nosotros los televidentes, si no quisiéramos compartir todo eso en Facebook. Si tuviera un perfil en Facebook y me interesara, quizás me gustaría compartirlo, pero no durante el momento en que ocurre porque, lo más seguro es que de estar en una alberca con mujeres en traje de baño, no tendría ni tiempo ni mente ni cuerpo para hacer otra cosa que no fuera estar entre ellas.

¿No cruza por la mente al actor lo vergonzoso y humillante del guión del anuncio que ha aceptado realizar? Se me diría que qué tiene, que es un trabajo honesto, que cada quién... Disiento completamente de tal estupidez. Porque perseguir la chuleta como animales, a costa de lo que sea y sin reparar en el concepto básico de sociedad, es lo que ha permitido la existencia de cosas como el Chelsea FC, Los Pitufos 3D, un casino en Monterrey -y porqué fue incendiado-, Jorge Volpi, ZARA, etcétera. Y que son, por lo demás, la punta del iceberg.



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