Ayer, simbólicamente, me senté frente al ordenador sobre mi escritorio a ver el Barcelona-Valladolid en una liga del sitio rojadirecta.org. Le di la espalda al televisor encendido -y en mute- que transmitía más nítido el México-Chile.
Simbólica, emocional, intelectual, y físicamente le di la espalda a la mierda. Y qué dulce la recompensa.
Me entristece más no ver a Xavi a que falte Pável, prefiero que no entre Rafa porque lo va a echar todo a perder; y el fantasma de Cesc está más presente que el de Alberto García Aspe.
Números, que tanto les gustan al Madridismo: 99 puntos en una temporada, récord no sólo en España, en toda Europa. Y el pichichi, con 34 goles, los mismos que El Fenómeno en su única temporada en Barcelona.
El Barcelona de Guardiola debería jugar el mundial.
Si tuviera que escoger un dios, sería el católico. La religión católica es la más científica de todas, porque se fundamente en la razón y no el dogma, así:
Dios no crea incoherencias.
El hombre sufre.
Luego entonces, al final todo tendrá sentido.
Ayer escogí a Josep Guardiola como mi dios. Porque los dioses de verdad, se manifiestan; sin dudas ni interpretaciones. Suceden. Son Hechos.
La primera escritura, de Antoni Puigverd, irá así:
"Guardiola se entrega por completo a la causa y sacrifica su ego en aras de una institución y un sentimiento que considera superiores a él."
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