-¿Sabes por qué?
-No -le dije.
-Porque así lo podría leer más gente; así, su obra llegaría a muchas más personas.
A los ocho días, comiendo, comenzó a hablar de Hegel y la dialéctica del amo y del esclavo. "Cosa que llevó a Marx a pensar en las clases sociales, sus jerarquías y sus efectos", me dijo. Supongo no para ampliarme el panorama, sino, para resaltar la conectividad de esos hilos que forman la extensa telaraña de la filosofía. Yo le conté acerca de Baby Marx, el proyecto de Pedro Reyes, en el cual marionetas de Marx, Adam Smith, Stalin, el "Che", etc., discuten el estado actual -que es el mismo del de entonces- del mundo.
Ayer me hablaba de Nietzsche. Y cuando le pregunté por sus punzantes charlas acerca de filosofía, terminó por confesarme que estaba viendo una serie llamada Filosofía aquí y ahora, conducida por el filósofo argentino José Pablo Feinmann. Me decía que Feinmann tiene razón, que "Los filósofos no son esas personas distraídas que reflexionan acerca de la inmortalidad del cangrejo; no, son las personas más terrenales que hay, preguntándose todo aquello que se preguntó el primer hombre y que se cuestionará el último. La filosofía es una actividad peligrosa Edgar; te despierta de todo aquello con que la sociedad te quiere adormecer, y una vez que abres los ojos, no tienes más excusas: eres libre y por lo tanto absolutamente responsable de tus actos... de tu vida." También me contó como ha intentado implementar los conceptos -básicos- que ha ido leyendo en Descartes, en su vida diaria. "Es en verdad, muy sencillo. Lo único que se necesita, es valor."
-Como el valor que tiene Guardiola, ¿no? -le pregunté.
-¿El que entrena al Barcelona, dices? No sé, no lo conozco -me dijo, más concentrado en sus palabras que en mi reductor ejemplo.
Lo sentí un poco extraño cuando le di la noticia de que la SEP ha suprimido la filosofía como materia básica en la educación media superior en este progresista país nuestro. No sorprendido, pero tampoco resignado, sólo dijo: "Este país, es la corrupta aduana instalada en la frontera de la imbecilidad rumbo a la razón".
1 comentario:
Y lo importante de ese "valor" del que hablaba –creo– es que no se trata del valor que te da no tener nada que perder (o la creencia de ello), sino la sapiencia de que la consecuencia directa de tus actos atribuidos a ese mismo valor te harán perder muchas cosas, a ti y tal vez a los tuyos, y aún así osar enfrentarlo y efectuarlo, porque termina por ser tu obligación como persona libre y valiente vivir la vida así.
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