¿Por qué aun cuando se utilice un puesto de tacos al pastor
para hacer arte, en cualquiera de sus formas, se le ensalza como si no hubiera dignidad
–o belleza– en él? ¿Por qué se hacen odas al puesto de tacos al pastor, y no se
exhibe en cambio su inherente olimpismo? Porque lo segundo es infinitamente más
difícil: Kafka sólo habrá uno, mientras que Garcías Márquez nos repetiremos
cada año; ni siquiera cada década. Luigi Amara, un Kafka ninja: silente y
esquivo, lejos de los reflectores, lo dice: "El mismo contraste que habría
entre el viaje somnoliento de regreso a casa en un vagón del metro y las
aventuras de un forajido intergaláctico en busca de derrotar al imperio... La
misma distancia, o casi (me temo que estoy cargando las tintas) que hay entre
un fósforo para encender la estufa y la explosión glamorosa de una supernova en
el corazón de Andrómeda..."
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