miércoles, 17 de septiembre de 2008

Fragmento cinco.

...En aquel entonces estudiaba en la Facultad de Arquitectura, en Ciudad Universitaria. Desde el norte del valle de México hasta el pedregal cruzaba todos los días, como hora y media, a veces dos gastaba de tiempo en trayectos, así por tres años; así la conocí.
Vivía yo en ciudad Satélite, en un edificio de departamentos, ubicado irónicamente en circuito Arquitectos (tal vez fundamentalmente. Supongo que fue la señal definitiva que me empujo a cursar la carrera de Arquitectura, que, a pesar de jamas haber ejercido, ni terminado, resultó clave para mi formación como adulto).

Insistí en hacer el recorrido diario hasta C.U., a pesar de que pude haber cursado en la entonces ENEP Acatlán. No recuerdo bien, pero creo mi motivación era la distancia; estar más tiempo fuera, más lejos: de casa, de Mamá.
También sentía que la vida Universitaria en el campus principal me resultaría mas enriquecedora, que me abriría el panorama. En efecto así fue.

Llevábamos ya seis años de regreso en México -nací allá, pero viví hasta los doce en varias ciudades de Europa, la mayor parte en Inglaterra, consecuencia del abandono de Papá- pero aún me costaba acostumbrarme, sobre todo a la vida sedentaria después de haber estado rolando tanto sin lugar fijo para estar. Creo que eso también influyo en mi decisión de pasar casi cuatro horas de mis días en transporte publico: estar en constante movimiento.
Supongo que es algo ventajoso, mentalmente estoy listo para mudarme en cualquier segundo, sin importar que pueda dejar en el camino.
Creo que más bien es parte fundamental de mi discapacidad para funcionar como pareja, amigo, profesional; como persona. ¿Como establecer la inestabilidad?

Al segundo año mi trayecto diario dejo de ser algo cotidiano para convertirse el motivo para despertar por las mañanas.
En el quinto vagón, en la estación Hidalgo de la linea verde subió; y yo jamás deje de contar el quinto vagón de cualquier tren metro para abordar...

No hay comentarios: