domingo, 28 de septiembre de 2008

Fragmento seis.

... Si la inestabilidad era entonces -es, da lo mismo- la discapacidad y no una discapacidad. Agregaría, en todo caso, la -definitivamente no exclusiva mía, en principio- obsesión con la arquitectura en su estado de ebullición máximo (por fructífero en el entonces fugaz mundo en que vivía): como imagen. Eran días de cascadas de renders; de imágenes. Caían y caían sin cesar, aparecían, dictaminaban e instantáneamente estaban muertas. Como sus falsas ofrendas y sus idiotas preocupaciones (fueran constructivas o de uso). Eso, era lo que más me gustaba de la profesión. Se generaban teorías con la rapidez que se genera el tiempo. Y morían con la rapidez, con la que el mismo muere. Me gustaba y me engañaba que la carrera de arquitecto se pudiera realizar o se pudiera sustentar sin haber construido un edificio. Me tenía embelesado que era posible sobre un supuesto, pero necesario prado, que bien podía ser un ensayo social -mediocre, o inútil, era lo de menos- se pudieran cimentar propuestas arquitectónicas y no construirlas. Y construir con esta mentira -propia-, una verdad general. Sólo se necesitaba textos de un filósofo francés; una computadora; tener sentido de realidad virtual; y abandonar toda noción de utopía, (esto último para no hacernos responsables de la obligación de conseguirla; de construirla por pensarla). Una imagen, y en ella contenida toda la realidad que en realidad no iba a existir. Y no existiría por que, nosotros, como personas hacía mucho tiempo habíamos dejado de existir. Era sólo que no lo sabíamos. Y entonces la mediocridad con velo de promesa, como sistema para operar en aquel mundo. Mientras escapaba al que construí, durante las cuatro horas diarias, que aparecían intangibles y se iban dejándolo todo palpable, que pasaba en el metro.
 Sé, ahora, que esto ha sido la fagocitosis de la discapacidad. Pues con las mujeres ha sucedido lo mismo.
 Lo sé por que no debí, jamas, de contar quintos vagones. Nos debimos de haber quedado en el primer quinto que nos atravesó...

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