miércoles, 13 de febrero de 2008

Síndrome de Estocolmo.

Y es que tiene síntomas y signos como lo son el dolor y los días, respectivamente. Y es que desde su aparición he desarrollado una complicidad, coexistente contra que soy sujetado contra mi propia voluntad -pues no quisiera pensar más en esto-, por mi. Esperaba lo peor, que en definitiva hubiera sido verte, temía no poder mantener el paso y caminar detrás. Y nada pasará, hay tierra de por medio y la distancia más larga: tiempo. El tuyo, el presente; el mío itinerante. Sólo en un lugar como este nos pudimos haber encontrado. Solo por tiempos, acá podemos volver a ser, en ningún otro, nunca más. Lo superior de haber cavilado, es haberme equivocado. Ya no eres lo que pareces.
El secuestro termina en esa justa mitad, del tiempo que todos observan. 

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