Pero un número que falta por asignar y que antes llevaba dignísimamente Rafael Márquez, es el 4. También, lo llevó Guardiola.
Cesc Fàbregas, se fue del Barcelona para el Arsenal a los 16 años y a regañadientes, y con toda razón: él, su abuelo, su tío, su primo, son socios del Barcelona; nació en Arenys de Mar; jugó con Piqué y Lio en todas las categorías inferiores del Barcelona; su héroe, Josep Guardiola, le firmó una playera cuando era niño, una que tiene el 4 en la espalda, etcétera.
Cesc, por años, ha sido el capitán y manija del Arsenal, futbolisticamente se ha hecho en Londres de la mano de Arsène Wegner. Por 8 años Fàbregas ha sido el jugador que había querido ser: el 4 de un equipo. Sólo que de un equipo que no es el Barcelona.
Durante el verano pasado, luego del Mundial el equipo catalán buscó ficharle, encontrando no sólo negativas de los de Londres, sino hasta recriminaciones por intentarlo. Y así, se suma a la vida de Cesc otra temporada con los gunners y lejos de casa. Y es sabido que el Barcelona lo quiere tanto, como Londres le ha demostrado quererlo; y ante la imagen de Cesc alzando los brazos repetidamente para hacer que el Emirates rugiera, hace 15 días, para derrotar al Barça, no puedo evitar preguntarme si su vuelta a casa, sería tan dulce como todos lo imaginamos.
Extraño, pero Fàbregas nunca ha jugado en el Camp Nou, hasta hoy que será el capitán y llevará el 4, pero no del equipo de sus amores. Pienso más en Cesc, que en el partido o que pase el Barcelona, pienso sólo en él y en esa línea de "El Crucifijo": "y es que hemos muerto de amor, pero el amor nunca muere..."
Ojalá que la próxima temporada, el número 4 del Barcelona, ya no esté ausente.
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