domingo, 20 de marzo de 2011

Confía en Tyler.

Ayer, al comienzo de la noche me sentía un poco como Jeffrey Goines: el desquiciado que planea una broma de proporciones tan simples y limitadas, que por lo mismo dislocarán la mente del público que la contemple. Broma, que consiste en habitar una vida antes propia, desde el sentir del exiliado. (Saudade, se dice en portugués. Y se supone que no existe traducción para la palabra.)
Pero las cosas nunca son, están siendo. Afortunadamente. Y con la burla ya sobre ruedas, y con más horas útil y plácidamente perdidas (casi me atrevería a asegurar: sobre una coladera), la mayor parte de la noche, me sentí como Mickey O'Neil: hablando de cosas incomprensibles para todos menos para nosotros; sin mujeres; y apostándolo todo, hasta la última de las peleas.
Peleas. La palabra que necesitaba sin saberlo, para iniciar la construcción de aquello que debe reflejar mi enemistad con la trivialidad. Cosa que por lo demás, debiera de resultarme extremadamente sencilla, y que sin embargo está en las antípodas de la naturalidad y fluidez.
Tyler Durden: "Advertising has us chasing cars and clothes; working jobs we hate, so we can buy shit we don't need." Cualquier cosa, que esté fuera de esa idea, es trivialidad. Y ese es el comienzo que necesitaba. Todas las respuestas, todas, ya están dentro de nosotros.
Ahora, este texto bajo la definición de Tyler Durden podría tildarse de trivial, a no ser por el subtexto del mismo: personal, críptico y entrañable.

***
Yo creo que hay innumerables ejemplos de actuaciones donde el 50% del efecto magistral de las mismas es, la voz. Denzel Washington, en Training Day. Y otros más -yo sólo conozco uno- donde el uso de la voz es el 80-90% de la actuación: Heath Ledger en The Dark Knight.
Pero ahora pienso en esa inflexión que hace Brad Pitt en Fight Club en la palabra need, cuando se refiere a los trabajos que buscamos para comprar pendejadas que no necesitamos. La dice con la calmada furia del profeta que sólo será atendido si es inmolado en el poder de su ejemplo. La dice con una desolación absoluta, la del hombre sacrificial que busca salvar, no salvarse, porque él no importa; ya no después de la epifanía de lo que debe enmendarse.
Jamás había reparado en ese momento tan extraño del personaje y el actor; y creo que es extraño porque Tyler Durden no es un humanista, es un monje. Y los monjes no se conmueven, ejecutan. Por eso me parece digno de resaltar esa conmiseración en alguien que está empecinado en revertirlo todo, a costa de lo que sea (la única forma posible). Es el único momento en donde se puede observar el verdadero motivo detrás de todo lo que hace Tyler Durden.

No hay comentarios: