sábado, 11 de diciembre de 2010

Bowling for Facebook.

Red Social, ya había salido un par de años antes de que a Mark Zuckerberg le espoleara el bricolaje las neuronas. Se llamaba Bowling for Columbine; y era un documental hecho por un gordo igual de resentido, dogmático y panfletario que la gente que retrataba durante 120 minutos. Este remake -no del documental, sino de la sociedad estado unidense- a Aaron Sorkin y David Fincher les quedó redondo; en tanto obra de arte. (Por ejemplo, la forma en que está contada: la velocidad en que está dialogada, filmada y editada, es de suponer, es una alegoría de la velocidad en que Facebook -y toda red social- funciona.) Para mí, que la obra de Enrique Vila-Matas, o de Luis Chaves o de Wallace Stevens, o la serie Entourage, me son fundamentales por cómo en ellas la realidad abre las piernas y jadeante se deja penetrar por la verga de la ficción, ésta película me gustó mucho por eso mismo: la vuelta de tuerca a algo para producir otra cosa con ello. Durante la película recordaba cuando Ari Gold no sin conocimiento y, con el convicción palpable que tienen los adeptos del Teletón sembrados en las estaciones con más transito de la red del metro del D.F. para pedir dinero, arrea a su amigo Adrew Klien para que firme a Aaron Sorkin en su agencia; y pensaba qué error sería que la película de WikiLeaks la dirigiera Oliver Stone, que por lo que creo, se afila ya no en un esmeril, sino en una barra de mantequilla; o peor aún: que la dirigiera Quentin Tarantino: una ficción abundante en la falta de dimensión intelectual; u otro error: uno de los hermanos Scott para que fuera más espectacular que reveladora; uno más: Micheal Mann, y que entonces fuera una obra de arte en cuanto a película pero no tanto a historia. WikiLeaks, la película, también debiera ser hecha por Aaron Sorkin y David Fincher. O Terry Gilliam.
Siempre he pensado que el que Obama ganara las elecciones a McCain, fue lo peor que le pudo haber pasado al mundo, porque si la decrepitud y la senilidad del republicano hubiera podido elevarse lo suficiente para bloquear con su mano derecha la inminente slam-dunk del demócrata, al mundo, eso, nos hubiera parecido como si George W. Bush se perpetuara en el gobierno gringo. Y entonces quizá, y por primera vez, de esa forma podríamos todos comenzar a darles la espalda... Pero no, nos ocurrió como cuando la novia o novio que llora, pide indultos y consideración, suplica y promete: sin creer creyendo, les dimos otra oportunidad porque habían votado a un negro demócrata. Y esto, porque pienso que las redes sociales, tienen nacionalidad. Son estado unidenses. Como varias de las cosas que salen de la matriz del miedo de ése país, envueltas en la placenta del resentimiento y enredadas en el cordón umbilical de la ignorancia, cosa que no quiere decir que sean peligrosas ¡o peor aun inútiles!, la red social Facebook, es así. Considero aparte que su naturaleza hiriente y anestesiante edulcorada como un chismógrafo eterno y en espiral, tiene su ancla entre los millones de granos de arena que son sus usuarios, para evitar pensar en un destino final ya sea de la red o de sus usuarios pues, pensar en un destino cualquiera sugeriría la idea de partida. Partida que todos tendrían que entender, siempre en retrospectiva como el anciano en su mecedora con el pañal cagado, cataratas y con el síndrome del túnel del carpiano que recuerda algo que no fue como lo recuerda ni como le gustaría recordar, como algo que tuvo su nacimiento en el rencor, el resentimiento, la inadaptación a una sociedad, la envidia y la inmadurez de un tipo que está en el periodo formativo de la universidad; junto con, el calostro que lo nutre de un país donde prima le ley sobre la inteligencia y la humanidad, donde la venganza te hace millonario, donde el valor de una idea está desproporcionado y fuera de lugar y no entendida como un producto de una sociedad y jamás de una sola persona. Y donde todo tiene precio (a veces, tan vulgar como el dinero).
Al final pareciera, que Red social es mejor y mucho mejor tomografía de los Estados Unidos de América como cultura y sociedad, que la tinta en los documentos de WikiLeaks, o que tengan como presidente a un Jay Z dogmático y con Blackberry. Porque habla de algo que es la piedra angular que si bien no tenemos tampoco en otros países, sí al menos se ha tratado de sistemáticamente instalar: lealtad. (Lealtad en el sentido menos dramático e inflexible que sea posible considerar.)
Micheal Moore trató con su documental, ponerle un espejo a su sociedad y se equivocó, como siempre, porque lo hace desde el punto de vista del que no se incluye; y en lugar de espejo les puso enfrente una caricatura dibujada por un esquizofrénico. O mejor: les puso enfrente un retrato hablado, escuchado y manufacturado por un ciego. Aaron Sorkin y David Fincher, les presentan, sin querer, una obra inédita de Shakespeare. Ambos casos inútiles si se quisiera hacer algo más con el arte, de lo que el arte en sí mismo y con sigo mismo hace, que no es obligación por supuesto: hay más y muy variados caminos para arrinconar a la verdad. Más convendría escuchar a artistas que piensan, para quienes su creación artística es resultado de una postura ética y moral ante el mundo. Como al Reverendo Manson al final de su entrevista en Bowling for Columbine:
Moore: ¿Si pudieras decirle algo a los chicos de Columbine que les dirías?
Manson: No les diría nada, escucharía lo que ellos tienen que decir ya que eso es algo que nadie ha hecho aún.
Eric Harris y Dylan Klebold asesinaron a 15 personas desde la depresión y la fantasía: un cocktail sublime; Mark Zukerberg asesinó el deseo de la privacidad (cosa que no sabía que estaba haciendo, y por ello peor), desde la inseguridad y la claustrofobia que sufre quien no puede salir de sí mismo: un cerveza amarga y sin alcohol.
La clave estaba en su nombre: sucker... berg.

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