Tanto Luigi Amara, como el profesor Grady Tripp (y todo aquel que no sea un completo imbécil), creen que no se puede enseñar a escribir. Por la sencilla razón de que es un oficio; es decir, que se aprende haciéndolo; como la carpintería o la plomería, por ejemplo. Observando la sumamente hilarante escena aquí referida de la película "El hombre de al lado", se antoja asumir que el problema de la enseñanza del diseño en este país
-tan sencillo, pero quizás por lo mismo imposible de ver para los encargados de la misma- radica en una similar mal interpretación (por parte de algunos) de la actividad proyectual como algo distinto de un oficio. El diseño, en todas sus escalas y formatos, es otro oficio más. Como tal se debería enseñar.
(Cabe la posibilidad de que a cuatro años de haberme licenciado en la carrera de diseño industrial, mis ideas sean atávicas y románticas por ya haberse implementado -e incluso ya mismo se piensa en algunas más novedosas-, en lo que sería la revolución educativa más importante de los últimos tiempos, en esa rama.)
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