En mis sentimientos hacia el Real Madrid, me ubicaría en la misma ala radical de desprecio que Hristo Stoichkov. Héroe blaugrana de quien cuando se decía que era el mejor jugador del equipo, se acompañaba con un "y odia al Madrid". Pero son otros tiempos y el clásico de noviembre pasado quizá haya sido el último gran clásico.
Después de que José Moucino hubiera vilipendiado al madridismo luego de perder por cinco goles, al decir "es la peor derrota de mi carrera". Sí, no del Real Madrid como equipo, institución o referente cultural, sino de él de "The Special One", como imbécilmente le llaman. Después de que "CR7" vaya camino derechito a convertirse en el David Beckham de su generación -Ángel di María es mucho mejor jugador-. Y sobre todo después de cómo echaron a Raúl del Madird Florentino y Valdano, uno imparcialmente se pregunta si vale la pena golear a un equipo de tan poca monta. O perder con él. Porque ya no es la misma casa que levantaron Puskas y Di Stefano, Butragueño, Fernando Redondo y Raúl.
El Barcelona aun ganando 9 a 0, con tres hat-tricks de Lio el sábado, no puede ser más grande, no puede acrecentar su mito, porque como todo mundo sabe, uno sólo llega a ser tan grande como su rival le exige serlo. Y este Madrid sólo exige portadas y titulares estúpidos y pueriles en sus diarios Marca y As. Y bueno, también este Barcelona ya está en la cancha de lo histórico. Y para crecer, tendría que jugar contra el Ajax de Cruyff, el Brasil del 70, el Milan de Sacchi o la Quinta del Buitre.
Se suele decir ahora para defender la inoperancia de los merengues, que el Barcelona "es un equipo acabado, que lleva años formándose". Como si en esos años no hubieran ganado nada y sobre todo como si estuviera mal, como si fuera un ventaja competitiva; y que aparte eso fuera la causa por la que ahora el club de la capital española tuviera una actitud deportiva tan deplorable.
El mecanismo que le funcionaba -y bien- al Madrid, era el de fichar grandes jugadores, y no hay nada de malo en ello, es tan valido como que la Masía produzca seres humanos. (Es válido pero jamás será lo mismo.) Ahí están Canales y Pedro León, tan buenos jugadores, ¡o Granero!, recibiendo portazos de Moucinco a jugar algún partido, mientras él pide a otro delantero más: Adebayor. Guti y Raúl salieron de la cantera del Madrid. Los "galácticos" tenían una columna vertebral española: Casillas, Helguera, Salgado, Guti y Raúl; los otros complementaban el proyecto. La cosa es que ahora sólo están Casillas, Ramos y Xabi Alonso.
Hace poco leía unas declaraciones de Luis Figo -a quien el Camp Nou, le arrojó una cabeza de cerdo y una botella de J&B en el primer clásico que jugo en la ciudad condal vestido de blanco-, en las que decía que Guardiola era como su hermano, y padrino de una de sus hijas y, que había dejado al Barcelona porque quería más; más títulos, más dinero y más prestigio. Xavi, por nombrar a alguno, tragó banca mucho tiempo porque delante de él estaba Guardiola. Su padre le decía que se fuera del Barça, que aceptara la oferta del Milán, que en ese entonces le pagaría cuatro veces más de lo que ganaba y le garantizaba la titularidad. No se fue y ahora es el mejor jugador español de todos los tiempos. Raúl, uno que lo vio jugar supone, tampoco se habría ido.
Raúl es Dios. Al menos es lo que decían los seguidores del Schalke 04, cuando el Ángel del Madrid subió a las gradas a festejar el pase histórico de los alemanes, a la semifinales de Champions League. Más allá de que lo sea o no, uno no puede más que preguntarse si el madridismo no estaba soportado por el inmenso amor que el 7 le tenía al Real Madrid en la cancha; y sobre todo por su absoluta certeza de saber que él no era nadie, sino sólo uno más, y que lo verdaderamente importante, lo que perduraría para el resto de los tiempos sería el Real Madrid. Las instituciones futbolísticas son templos. Y eso, es algo que saben Guardiola, Cantona, Gerrad, Francescoli, Zague y hasta Landon Donovan. Pero que ignoran completamente Mourinho y Hugo.
No recuerdo un acto tan espontáneo de Raúl, hacia el madridismo o su selección como el de este video. Que por lo demás, seguro los tuvo, pero no así de ligeros y naturales; "aprotocolarios", por decir lo menos. El acto de un Dios enamorado y humilde.
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