martes, 19 de abril de 2011

Pesas para el cerebro.

Aunque me parece ocurrió hace eones, pueda ser que haya ocurrido hace nanosegundos. Este mundo que habitamos va a un ritmo tecnológicamente trepidante hacia el estado más alto posible de pensamiento humano, desde la primera bacteria que apareció en el planeta. No, ni la agricultura o la rueda se comparan a nuestras invenciones y adelantos de hoy día. No tenemos comparación; somos Dios.
Pero me desvié (a propósito): hace un tiempo, un amigo que conoce como la palma de su mano Coacalco, en un tono sarcásticamente fresa-falso, me decía -no recuerdo por qué-: "Facebook y Twitter son lo de moda en Coacalco, Ecatepec y Cuautitlán; y tú no estás a la moda Yepecois". Nos reímos igual que en otra ocasión en que convenimos, que el día que nos preguntaran qué programas de cómputo sabíamos usar durante una entrevista de trabajo, diríamos: "Messenger, iTunes, Safari...", en la pose y tono de un tipo titulado en el Tec y con una maestría en la Ibero (aunque tal persona, ha de ser más bien un oxímoron).
¿Llegará el día en que el chiste de mi amigo se vuelva una realidad, y la gente abandone el Facebook por ya no ser taaan exclusivo, y éste devenga pueblo fantasma virtual? Eso pasó con el Hi5 y el Myspace.
Pero, no seamos ingenuos porque terminaremos siendo idiotas: nunca se volverá inútil el Facebook, porque nunca ha sido útil; para que algo se vuelva inservible primero tiene que servir. No es el caso con la obra de Mark Zuckerberg, y por ello se extinguirá mucho después que el último ser humano que abandone al intermitente e incólume prompt, sobre la blancura de la barra donde uno es exhortado a poner lo que está haciendo o pensando.
Ayer que le preguntaba al instructor del gimnasio si iban a abrirlo los días santos, me contestó que no. Pero seguido de la respuesta, me preguntaba por mi Facebook, porque "por ahí luego les aviso si se abre medio día, si está cerrado, cuándo tienen que pagar, etc.; para estar en contacto". Le dije que no tenía; me dijo que me abriera uno, que estaba "bueno".
Y en todo caso, ¿que no es más bien un Twitter lo que necesita? Confundan la gimnasia con la magnesia: si abre una cuenta del gimnasio en Twitter (@gimnasio por ejemplo) y ahí sube los avisos periódicamente, ¡y links con mamadas para ponerte más mamado!, el problema de los avisos estaría resuelto. Y cualquiera lo puede ver, no es necesario que tenga una cuenta en Twitter, de la misma manera en que sí sería necesaria una en Facebook para estar al tanto.
No tenemos muchas cosas en el gimnasio, por ejemplo, sólo hay un mancuerna de 6 kilos, lo que hace un pedo hacer otra cosa con ese peso que no sean curls de brazo en un banco (si alguien no está ocupando el único que hay).
Lo que sí hay, es un pizarrón blanco en la entrada, justo arriba del cuaderno sobre el que anotas tu asistencia. Es imposible que no lo veas. Sólo es cosa de comprar un plumón.

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