lunes, 28 de mayo de 2012

En alguna conversación, o quizás varias, he dicho que la publicación electrónica de lo que hemos dado en llamar literatura precisa, obligadamente, de un tipo de escritura diferente de la que se hace para el papel. Del papiro a la imprenta, la escritura también ha cambiado: no sólo su contenedor. El eje rector en la discusión sobre el libro y publicaciones electrónicas debiera ser menos el costo y su accesibilidad que el tipo de textos que demanda tal tecnología.

He comprado varios libros electrónicos y difícilmente los termino; porque esa prosa no se ajusta, por alguna razón, a la experiencia tableta. El aparato, sin embargo, lo tengo repleto de textos que me he encontrado en Internet y disfruto leerlos sólo en él porque tanto sus longitudes como estructuras y mecánicas literarias son distintas de las de un libro impreso. Por ejemplo, las columnas de Pedro Mairal para el diario Perfil son un ejercicio de prospectiva de hacia dónde tiende, supongo, a ir esa escritura. 

Martín Caparrós, también lo alcanza a ver.




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