jueves, 17 de febrero de 2011

Aprendizaje lampiño.

En esta entrada Gatopardo - Blog - Contra la motivación, Rodrigo Márquez Tizano dice algo similar a lo que dice Fabían Casas en el poema de abajo (y que está en la revista Metrópolis número 31). Ambos con la misma cantidad de poesía.

HACE ALGÚN TIEMPO

Hace algún tiempo
fuimos todas las películas de amor mundiales
todos los árboles del infierno.
Viajábamos en trenes que unían nuestros cuerpos
a la velocidad del deseo.

Como siempre, la lluvia caía en todas partes.

Hoy nos encontramos en la calle.
Ella estaba con su marido y su hijo;
éramos el gran anacronismo del amor,
la parte pendiente de un montaje absurdo.
Parece una ley: todo lo que se pudre forma una familia.

Una vez, vía mail, alguien me preguntaba por qué me gustaba tanto la obra de Pedro Reyes; se desgarraba las medias por saber cuál podría ser la razón que me hacía mamarlo excesivamente. La respuesta era -y es aún- bicéfala: el tándem que hacen la jamás recóndita y bella plástica en toda sus obras sin importar la técnica, y, ese afán por saber lo más que sea posible, acerca de todo, simplemente por el hecho de saberlo.
Luigi Amara hace exactamente lo mismo. (Y también lo mamo.)
Y siempre que he hablado con los dos, esa actitud o más bien postura del saber por el saber, la percibo tan sólida como el tacto puede, y me es tan sugestiva como los perfumes sobre la memoria. Después de atestiguarla, termino sintiéndome como un estúpido, pero no por no saber, sino por haber querido aplicar algo que sé, en algo práctico o fáctico.
Afortunadamente ya no entiendo así al conocimiento: quizá tiene que ver con que, aunque no tengo pero para nada la barba como ninguno de los dos mencionados, sí me ha salido desde hace poco, un poquito -muy poquito- más.