jueves, 24 de febrero de 2011

Omar Rodríguez López lo entiende a la perfección. De alguna forma nos hicimos a la idea –los humanos– de que somos dueños de "las cosas", incluso en circunstancias que no tienen que ver con un plano físico. Aún así nuestra idea de pertenencia siempre esta relacionada con una sensación de "tangibilidad", tenemos que verlo, que tocarlo, para entonces sentirlo "real". Irónicamente materia intangible como las ideas, los sentimientos, o el alma, son "cosas" que creemos nos pertenecen.

Musicalmente; una canción, estructuralmente es generada por objetos "reales", los instrumentos, los que producen sonidos, los cuales somos capaces de "capturar" mediante aparatos y procesos, ya sea para poseerlos mediante algún formato físico o un archivo, ambas opciones "físicamente" posibles. Más la melodía que escuchas, aquello que entra por tus oídos y registra el cerebro simplemente es, está, existe, al igual que el sentimiento que te genera eso que percibes. No responde a nada ni nadie posterior a su creación más que a si misma, se vuelve independiente, incluso de su creador que no resulta ser mas que un medio para que una
idea que siempre ha existido florezca y se transforme en cualquier tipo de creación artística por ejemplo, llamese poema, pintura, estencil, etcétera.

Resulta normal –creo– sentir que una idea nos pertenece, como un hijo a su madre, a pesar de convertirse un individuo libre e independiente el sentimiento de pertenencia persiste. El lazo que nos une a una creación se interpreta así de fuerte. Esta idea que alimentamos y vimos crecer y madurar para resultar en algo que nos enorgullecera de mantenerse honesta, como no sentir que es nuestra, mas resulta inocente creer que importa más un autor que su obra. Como bien decía Omar hace unos momento en platica radiofónica: "La música existirá igual, ya sea yo o alguien más que tenga la capacidad de interpretar el mensaje o idea lo terminara haciendo". Algo similar explica Jeff Tweedy en el documental/concierto 'Ashes of American Flags': Uno teoriza alrededor de cosas (inútiles al final), como de donde partió cierta idea en la mente del autor, su bagaje y las referencias de donde fueron creadas ciertas piezas; lo conceptualizamos, y le damos vueltas y vueltas hasta sobre analizarlo, y al final todo aquello no es más que mamadas; cosas que uno se vende como relevantes (que tal vez sirven para entender mejor y contextualizar, pero hasta ahí) cuando al final todo se reduce a momentos, a aquello que sentiste al escuchar tal canción en esa fracción especifica del tiempo y del espacio, y eso resulta irrepetible. El pedo es que vivimos queriendo regresar a momentos que nos resultaron importantes, pero momentos que al fin y al cabo ya pasaron, cuando deberíamos enfocarnos en generar un nuevo momento de brutalidad y emoción pura e integra, porque así han de ser todos, efímeros.

Uno hace, por la necesidad de hacer, más no por obligación, sin importar realmente a quien va dirigido, eso vendrá después por simple inercia, una creación honesta y libre habrá de encontrar buen puerto, alguien recibirá el mensaje, ya sea uno, o sean cien, me gusta esa idea de libertad.

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