lunes, 14 de febrero de 2011

Il Fenomeno.

En 1970, en nuestro desdichado, pobre, mezquino, mediocre y mercenario país -futbolísticamente hablando-, se produjeron tres cosas de una relevancia indecible para la historia del fútbol mundial: se transmitió a color la Copa del Mundo. Adidas tuvo la brillante idea de diseñarle a cada Mundial su balón, siendo la primera joya el Telstar. La tercera fue el Brasil de entonces.
Conozco a un aficionado al Corinthians, Doctor en Filosofía y Letras, que sabe tanto de fútbol -en la cancha y fuera de ella: he tenido la fortuna de jugar a su lado, y he sufrido tener que marcarlo- como de las cosas que le valieron su doctorado, y un día me decía que el día que Brasil dejó de producir futbolistas como Rivelino, Tostao, Jairzinho, Gerson, Carlos Alberto y Pelé, Brasil dejó de ser Brasil. Que La Canarinha en algún momento se decidió a jugar más que con talento, con la potencia y la fuerza: Adriano, Rivaldo, Romario, Cafú, Roberto Carlos, Dunga, etc., para recuperar un lugar que por años había perdido.
El Brasil que yo he conocido, siempre ha sido el rival a vencer en toda competencia y en todo momento: quedaron campeones en el primer Mundial que recuerdo completa y nítidamente: USA 1994; el siguiente, contra Francia perdieron la final en Saint-Denis; en el siguiente volvieron a quedar campeones. En un periodo en que se disputaron tres mundiales, ganaron dos y perdieron una final.
Pero no es lo mismo, siempre será mejor ganar una sola Copa del Mundo, como lo hizo la del 70 aquí, que como la del 94, o 2002. Porque mientras las últimas son campeonas, la primera además de serlo es un estándar para el fútbol, es una de sus piedras filosofales.
Tostao durante el Mundial de Sudáfrica, decía que si Brasil algún día quiere volver a ser Brasil (el que él edificó), tenía que clonar a Xavi. Es decir, al futbolista que ha hecho a el Barcelona, El Barcelona; y campeona a su selección. Un futbolista referente, estándar; el futbolista preferido de puristas y románticos, de los que sienten la diferencia entre lo chingón y lo brutal.
Los aficionados somos majaderos e injustos, y solemos quitarle su lugar en la historia a ciertos jugadores a cambio de una nueva putita de tacos morados en piel de tiburón y con los tachones puntiagudos y en corian.
Para mí sólo existe y existirá un Ronaldo. Ronaldo Luís Nazário de Lima. Il Fenomeno, como le bautizaron los nerazurri. Y hoy se retiró. Se retiró un dos veces Balón de Oro, dos veces campeón del Mundo, y máximo goleador en la historia de los Mundiales. No se está retirando David Beckham.
Leo la noticia con melancolía, como si no hubiera cumplido 29 años el sábado, sino hoy, como si con su ausencia del fútbol se ausentara también un tramo de mi vida, y entonces envejeciera.
Y por eso me siento frente al ordenador a ver en el diabólico youtube, una y otra y otra y otra vez, la brutalidad que le hizo al Compostela en 1996, y que no dudo modificó uno que otro patio de secundaria en ese entonces.
Quisiera decirle al Dr. Marcos que me parece que Ronaldo no pertenece a la cepa de jugadores fuertes y potentes que yo he visto pasar desde el 94; y también le diría que intuyo que tampoco pertenece a la de los dotados del 70. Contemplando aquel gol con el Barcelona, y aquella jugada que hace con el Inter sobre la banda, pegadito a la línea, pisando el balón y punteándolo para llevarse a dos jugadores, a Ronaldo lo entiendo como el único puente entre esas dos generaciones, comprendo que en él habitó siempre, lo mejor de las dos, haciéndolo otro de nuestros futbolistas estándar.
Y un jugador referente de una época de mi vida, que jamás volverá.

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